Ir al contenido principal

Obicua

Eres como el aire que se encuentra en todas partes
o tal ves como el agua que rodea la tierra.

¿Cómo puedes ser águila y nadar?
¿Cómo puedes ser pez y volar?
A veces te confundo con una abeja
posada en la rosa más bella de un rosal.

Te busco en todas partes y no estás;
eres tan obicua como la golondrina en su mar.

Obicua como el sol y la luna,
obicua como la tierra y el mar
el cielo lleno de estrellas.
Obicua como el universo eres nada más.
2002

Comentarios

Entradas populares de este blog

Gólgota Rosa

Del cuello de la amada pende un Cristo, joyel en oro de un buril genial, y parece este Cristo en su agonía dichoso de la vida al expirar. Tienen sus dulces ojos moribundos tal expresión de gozo mundanal, que a veces pienso si el genial artista dióle a su Cristo alma de don Juan. Hay en la frente inclinación equívoca, curiosidad astuta en el mirar, y la intención del labio, si es de angustia, al mismo tiempo es contracción sensual. ¡Oh, pequeño Jesús Crucificado!, déjame a mí morir en tu lugar, sobre la tentación de ese Calvario hecho en las dos colinas de un rosal. Dame tu puesto, o teme que mi mano con impulso de arranque pasional, la faz te vuelva contra el cielo y cambie la oblicua dirección de tu mirar. Fabio Fiallo (Poeta Dominicano)

Se fue con Alzheirmer

Una mañana despertó vacio sus ojos estuvieron fijos en la nada su boca un mal gesto dibujaba y sus pies ya no le respetaban. Una mañana ya no era él se despertó y de mí no se acordaba me atemorice, no dije nada un nudo en mi garganta se formaba. Una mañana lo llamó Alzheimer y prefirió irse con él sin titubear al regresar ya no era el mismo. Lo vi caminar sin rumbo, hablar con su sombra llamar a sus muertos vivos y enterrar a sus vivos en el profundo mar de su memoria. Sólo yo lo miraba cuando podía cuando mis ojos no se nublaban yo lo veía con tristeza yo lo despedía y él no lo notaba  prefirió olvidar e irse de viaje con Alzheirmer.

Amor de tarde

Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cuatro y acabo la planilla y pienso diez minutos y estiro las piernas como todas las tardes y hago así con los hombros para aflojar la espalda y me doblo los dedos y les saco mentiras. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las cinco y soy una manija que calcula intereses o dos manos que saltan sobre cuarenta teclas o un oído que escucha como ladra el teléfono o un tipo que hace números y les saca verdades. Es una lástima que no estés conmigo cuando miro el reloj y son las seis. Podrías acercarte de sorpresa y decirme "¿Qué tal?" y quedaríamos yo con la mancha roja de tus labios tú con el tizne azul de mi carbónico. Mario Benedetti (Uruguayo)